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La intensidad espiritual de Van Dyck en su “Coronación de espinas”

Este anacronismo, lejos de ser un error, es parte de la licencia barroca que Van Dyck emplea para acercar la escena al espectador de su tiempo.

La intensidad espiritual de Van Dyck en su “Coronación de espinas”

Con apenas 20 años, Anthony van Dyck ya demostraba un dominio técnico y emocional fuera de lo común. Su Coronación de espinas (título original: Kroning met doornen), un óleo de grandes dimensiones (225 x 197 cm) que hoy se encuentra en el Museo del Prado de Madrid, es una obra que sorprende tanto por su factura como por la madurez de su enfoque. Fue un regalo para su mentor Rubens, y en ella confluyen tanto el dramatismo barroco flamenco como ecos evidentes de la pintura veneciana, en especial de Tiziano.

La escena representa uno de los momentos más humillantes de la Pasión: Jesús es coronado con espinas por soldados que, lejos de parecer romanos, evocan más bien a ciudadanos flamencos del siglo XVII. Este anacronismo, lejos de ser un error, es parte de la licencia barroca que Van Dyck emplea para acercar la escena al espectador de su tiempo. En medio de una penumbra tenebrista, típica del barroco, la figura de Cristo emerge como centro visual y emocional del lienzo.

El rostro de Jesús, fuerte y sereno, transmite una profunda extenuación espiritual. Aunque los golpes y la burla están presentes, Van Dyck evita el regodeo en la violencia gráfica. A diferencia de muchos artistas barrocos españoles, que solían subrayar el sufrimiento físico con crudeza, aquí la tensión recae en la dignidad herida y la soledad del protagonista. A sus pies, un perro de mirada agresiva refuerza el clima de hostilidad que lo rodea, mientras dos figuras lo observan desde la distancia por una ventana, completando la composición con un aire teatral y melancólico.

Además de la destreza técnica, lo que realmente distingue esta obra es la capacidad de Van Dyck para humanizar a Cristo sin perder su grandeza simbólica. En ese cuerpo musculoso y ese rostro agotado no solo hay un mártir, sino también un hombre profundamente solo, al borde del colapso físico, pero aún dueño de su fe.

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La Coronación de espinas puede visitarse hoy en el Museo del Prado como parte de su colección permanente, y es sin duda una de esas obras que invitan a detenerse no solo para admirar su ejecución, sino para dejarse atravesar por el drama silencioso que habita en cada pincelada.

Con información de HA!

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